Miquel Jurado. “El origen de la música”

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Miquel Jurado es periodista musical en el diario El País desde 1983, radiofonista especializado en música, fundador de la revista Quàrtica Jazz, consejero musical de diversos festivales, y asesor del área de cultura del Ayuntamiento de Barce­lona en diferentes periodos.

 De la mano del sello Ma Non Troppo de la editorial Redbook Ediciones, nos presenta su libro “El río de la música”, un recorrido a través del Misisipi por lugares míticos donde se ha forjado el blues, el rock, el jazz o el soul.

 Texto por MC Alberto. Fotos por Miquel Jurado

 UN VIAJE EXTRAORDINARIO

 HIP HOP LIFE: Hola Miquel, es un verdadero honor poder entrevistar a una persona como tú con tanta experiencia y sapiencia musical. ¿Qué te animó a escribir “El río de la música?

MIQUEL JURADO: Primero gracias por abrirme las puertas de Hip Hop Life. Realmente nunca pensé en escribir este libro, todos los viajes al Misisipi los hice por puro placer y como búsqueda personal. Cuando viajo solo cada noche escribo un cuaderno de viaje simplemente para no olvidar las sensaciones vividas. Igual sucede con las fotografías hechas sin ninguna pretensión editorial con una máquina compacta. Tras mi último viaje con mi amigo, el periodista francés Robert Latxague, surgió como una broma que valdría la pena compartir todos los conocimientos que había ido acumulando a lo largo de los años. Y ahí está…

HHL: ¿Cómo te surgió la idea fantástica de combinar una excelente crónica periodística con una especial guía turística por los orígenes de la música popular estadounidense?

MJ: Surgió de forma natural. Quería hacer algo personal, distinto a mi trabajo como periodista en el que siempre tienes que tender a la objetividad, aunque no siempre se consiga, pero que sirviera para despertar la curiosidad del lector por lugares y músicas que a mí me apasionan. La única cosa que intenté conscientemente fue que la parcela musicológica no fuera cargante, que la pudiera leer cualquiera, no solo los “enterados”.

HHL: ¿A qué se debe la elección del título? ¿En que podríamos decir se parecen el fluir de un río y de la música?

MJ: El Misisipi marca todo mi viaje musical. Es el río en el que más cantidad de música ha nacido y ha marcado absolutamente toda la cultura musical de occidente en el siglo XX y XXI. El río, a su paso, incorpora en su caudal todo lo que le aportan sus afluentes. Igual sucede con la música que incorpora todas las influencias que encuentra a su paso y si no lo hace es que no es buena música.

HHL: ¿Qué es para ti el jazz?

MJ: Una forma de vivir, de entender la vida, en que nada se da por supuesto. Huir de los caminos conocidos e improvisar cada día para encontrar algo más interesante.

HHL: ¿Y qué significa en tu vida? ¿Recuerdas cómo lo conociste, primeros discos que escuchaste, qué artistas te han marcado?

MJ: Los discos de mi padre. Sobre todo, una «Suite del Gran Cañón» y un recopilatorio de Benny Goodman. Recuerdo que algunos temas de Goodman si ponías el disco de 33 RPM a 45 ¡se podían bailar como un rock and roll! Hablo de los años cincuenta del siglo pasado.

HHL: ¿Y del blues, que nos puedes decir?

MJ: Fue un concierto de John Lee Hooker en el Palau de la Música de Barcelona el que me dejó clavado en el asiento. Amor instantáneo.


 LUGARES EMBLEMÁTICOS

 HHL: Adentrándonos de lleno en el contenido del libro, ¿qué importancia tuvo “OlMan Riverde Paul Roberson?

MJ: Es una canción magnífica que, como mínimo para mí, encierra todas esas esencias del Misisipi.

 HHL: Si buscamos en las raíces de toda la música, por lo menos la estadounidense, todo nos termina conduciendo a Memphis.

MJ: Más que a Memphis, a toda la zona que separa esa ciudad del Delta. Entre Memphis y Nueva Orleans sucedió todo, aunque en Nueva Orleans podemos hablar más de jazz y sucedáneos y en Memphis está el blues, el r’n’r y el soul.

 HHL: ¿Qué sensación tenías cuando te viste a orillas del Misisipi por primera vez?

MJ: Recuerdo una emoción profunda, sobre todo al tocar sus aguas y después ir a la plaza Congo donde se reunían esclavos, libertos, criollos, haitianos…

 HHL: ¿Qué tal el paseo por Nashville? ¿Qué se siente al estar en Music City y ver el Centennial Park y el edificio AT&T conocido como el edificio Batman?

MJ: Nashville es una ciudad en la que se ve poco pero se intuye mucho, todo está detrás de una pared, pero cuando entras vas de sorpresa en sorpresa.

HHL: Estuviste también en Graceland

MJ: Si te interesa Elvis, Graceland es una visita imprescindible, aunque te sientas agobiado por el mercadeo. Y lo es, no tanto por la casa o su tumba, como por la inmensa cantidad de información que te aporta.

 HHL: ¿Qué nos puedes contar de la calle Beale?

MJ: Es otro de esos lugares en los que sientes emociones encontradas, la han convertido en un parque temático para turistas, pero los locales de verdad siguen ahí y respiras la historia del blues. Y se oye blues de verdad. Dices “no vale la pena volver” pero vuelves una y otra vez.

 HHL: Son muy curiosas las anécdotas de, por ejemplo cuando Elvis en los años cuarenta acudía por esa zona a escondidas para escuchar blues, o las historias de Al Green…

MJ: Por suerte, la historia de nuestra música está plagada de grandes historias que, también por suerte, van a contracorriente. En épocas de segregación salvaje, los chicos blancos se colaban hasta Beale St. para oír blues y eran acogidos con cariño por los músicos negros. Y la forma en que me recibieron en la comunidad de Al Green siendo un simple visitante que nada tenía que ver con su actividad religiosa fue sencillamente emocionante.

 HHL: ¿Y el Hogar del Blues?

MJ: Para mí el auténtico hogar del blues son los pequeños juke joints que vas encontrando a lo largo del Misisipi. Mi preferido es el Red’s en Clarksdale en el que todas las noches actúan a un palmo de tu nariz increíbles bluseros a cambio de las propinas. Eso es el blues, no los grandes conciertos en gigantescos auditorios.

 HHL: En tu viaje has estado en los estudios de Stax Records, ¿dónde estriban las diferencias más notables entre Stax, Atlantic y la Motown?

MJ: A groso modo podríamos decir que Motown en sus inicios estaba más destinada a las pistas de baile. Stax y Atlantic tenían un concepto más, por decirlo de alguna manera, concertístico. Muchos de los grandes nombres que Atlantic lanzó a todo el mundo eran grabaciones originales Stax.

 UN SUEÑO QUE LO CAMBIÓ TODO

 HHL: ¿Te impactó visitar el Civil Rights Museum?

MJ: Mucho. Desde nuestra cómoda Europa no podemos imaginarnos lo que fue la esclavitud en el sur de los Estados Unidos y lo duras que fueron las batallas, no solo para abolirla sino para conseguir la plenitud de derechos como seres humanos. Ver las pancartas con las que desfilaban los afroestadounidenses en las que solo pone “I am a man”, es escalofriante. Y estar en el balcón en el que fue abatido Martin Luther King Jr. y, sobre todo, estar en lugar desde el que supuestamente le dispararon y comprobar la casi imposibilidad de acertar con un disparo, aún más.

 HHL: ¿Y que sensación te produjo la frase “Where do we go from here?

MJ: Es también el título de un magnífico libro que recoge los discursos de King, el subtítulo es aún más sobrecogedor: “Chaos or community?”

 HHL: ¿Cambiaron el rumbo de la música hechos como el asesinato de Martin Luther King?

MJ: Sin duda. La lucha por sus derechos de la comunidad afroestadounidense cambió absolutamente toda la sociedad y la música fue una bandera de esas luchas. Tras el asesinato de King las cosas se aceleraron y contaminaron positivamente toda la música fuera del color que fuese, si es que la música tiene color. Yo creo que no.

HHL: Los Fisk Jubilee Singers jugaron un papel verdaderamente importante…

MJ: Convirtieron una música que los esclavos mantenían en la intimidad, por fuerza, claro, en algo apto para todos los públicos, una vez más más allá de colores o creencias. Incluso trajeron por primera vez el gospel a Europa con total naturalidad.

HHL: En la introducción escribes unas palabras de Quincy Jones sobre el corazón y alma de toda la música popular. Nada hubiera sido lo mismo sin aquellos primeros esclavos africanos que fueron llevados a los Estados Unidos, ni el rock, ni el jazz, ni el soul, ni el funk, ni el rap…

MJ: Totalmente de acuerdo con Jones. Ahora me pasa por la cabeza otra frase, creo que de Ray Manzarek, que cito de memoria, “Si no fuera por los negros estadounidenses todavía estaríamos bailando polcas en tutú”.

JAZZ THING

HHL: A finales de los años ochenta y principios de los noventa varios artistas de hip hop fusionaban con jazz en sus discos, podíamos escuchar entre otros a Jungle Brothers, De La Soul, A Tribe Called Quest, Gang Starr, o Guru y sus volúmenes de Jazzmatazz. ¿Qué te parece tanto el hip hop, como la influencia recíproca que ha tenido el género con las fuentes como el jazz de las que ha bebido rindiendo tributo e incluso revigorizándolas?

MJ: El primero que llamó mi atención, aunque aún no se hablaba de hip hop que yo recuerde, fue Gil Scott-Heron y su “Revolution will not be televised” y The Last Poets; cuando recuerdo “This is madness” aún se me pone la carne de gallina. A partir de ahí, fui confirmando que el presente de cualquier música, de la sinfónica a la callejera, es el mestizaje. El primer álbum de Guru fue un mazazo, además con algunos músicos que admiro como Branford Marsalis o Roy Ayers, tipos que han hecho de todo y bien. Branford ha hecho cosas muy interesantes como Buckshot Lefonque y Miles, Hancock, Greg Osby, Madlib en Blue Note, Robert Glasper,,. Todo está abierto y eso es lo fascinante.

 HHL: ¿Fue difícil la elección de fotos para el cuaderno fotográfico a color que incluyes en el libro?

MJ: Lo fue porque tenía muchas. La realicé en función de las cosas de las que hablaba el texto.

HHL: En las últimas páginas del libro incluyes direcciones y comentarios de interés, así como un índice onomástico, y una banda sonora y lista de audición que incluye un playlist en Spotify con 380 canciones, donde podemos escuchar a Loius Armstrong, Brandford Marsalis, Fats Domino, Muddy Waters, Aretha Franklin, Isaac Hayes, Little Richard, Clifton Chenier, Michel LaRue, B.B. King, Bob Dylan, Charley Patton, Treme Brass Band… Tengo que decirte que es una idea genial para compaginar lectura y escucha de temas relacionados con lo que lees.

MJ: Muchas gracias. Siempre me ha gustado leer escuchando música, pero por desgracia los libros no vienen con su banda sonora. Ahora gracias a las tecnologías, que ya no son nuevas, es posible. He trabajado mucho esas playlists de Spotify, me complace que os alegren la lectura y si encima sirven para abrirle a alguien nuevos caminos musicales ya sería como jugar al póker y ganar.

HHL: ¿Qué mensaje o idea quieres que llegue al lector al haber terminado el libro?

MJ: Primero, que hay mucha música con la que disfrutar y que los estilos musicales es algo que nos hemos inventado los musicólogos. Y también, claro, que toda la música que nos gusta ha nacido del mestizaje, nada nace de la exclusión y la pureza no existe.

  HHL: ¿Añoras Nueva Orleans?

MJ: Por supuesto. Para un aficionado a la música es lo más parecido al paraíso.

 HHL: ¿El Misisipi vive en ti?

MJ: Sí, en mi interior su sonoridad solo compite con Bach, pero esa sería ya otra historia.

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