Texto por Jose Ajero
Cuarta temporada. Te va a empezar a sonar, si es que ya no te ponen la cabeza loca con él. Paul George es el hombre de moda en la Liga. Sin prisa y sin pausa, de él dicen que está en la caza de LeBron James y Kevin Durant. 23 años y medio, californiano, con dinero y chica playboy. Amante de la pesca y de buena familia. Juega para los Pacers, en Indiana. Apadrinado por Larry Bird, he aquí el nuevo sonido de la NBA.
1. California Dreams. De la pequeña Palmdale, de la que dice su leyenda que es un sitio para llamarlo hogar. Perteneciente al área de Los Ángeles, pero muy lejos de sus costumbres. De las buenas, y de las malas. Zona tranquila, su padre trabajaba mil horas, su madre le cuidaba y sus hermanas, le zurraban jugando al basket. Tanto que pasó de él olímpicamente. Al mismo ritmo que esos ojeadores, que se quedaron en LA y no fueron al norte a ver a este chaval. A su Instituto le puso en el mapa. Y como seguían sin hacerle caso, a este flaco de dos metros le dio por irse a las montañas, a Fresno State.
2. Confiado, no chulo. A finales de junio de 2010, empezó a sonar su nombre entre los mejores de su quinta. No era de los más comunes, porque su Universidad no se pasa la vida en la TV como otras de más rango. Era un capricho de ojeadores expertos y chivatazos de ‘amigos’ desinteresados. Según se acercaba el momento de la elección, subían sus acciones. Hasta que en el número 10, los Pacers fueron al cuello. Oh oh… Larry Bird lo ha vuelto a hacer. Por qué narices, ‘El Pájaro’ se tiraba al cuello del californiano palillo, pelín chulo, que decía que su ‘objetivo era dominar el mundo del basket’.
3. Larry Bird. Mejor jugador de la Liga; Mejor entrenador de la Liga y Mejor Directivo. Larry Bird ha brillado, dominado y ganado, todos y cada uno de sus puestos en un franquicia de basket. Ahora, en su segunda etapa como responsable de las operaciones de los Pacers en los despachos, saca pecho de su elección por Paul George. Trabajó con él, y le convirtió en su chico de confianza. Fue el propio Paul George el que le pidió jugar en los Pacers y Bird, se lo concedió. Nadie lo esperaba. Sonaba a excentricidad. Acabó siendo elegido en lo más alto de la lista de gestores.
4. Indiana. Una franquicia más historiada que histórica. Con poco o nada salvo la tradición, que echarse a la boca y más en esto del basket profesional. Dice George que su vida en Palmdale era tranquila. Sin sobresaltos y que en Indiana, a las afueras, en los grandes campos, está alcanzando ese estado de tranquilidad de la infancia. Ayuda la ciudad y una franquicia que ha decidido ir poco a poco. Le han dado las llaves de un equipo con otros dos tipos de su generación, que apuntan alto. Un entrenador con el que trata como cuando eran novato y asistente. Y claro, ser el ojito derecho del jefe Bird. Pero al margen, esto es Indiana. Pese a sus tatuajes y sus mates monstruosos, Paul es tranquilo y no hace pipi fuera del tiesto. Los fans, lo agradecen. De la misma manera que su pasión por defender.
5. No hay ascensor. Y si lo hay, no lo ha cogido. Ahora que le colocamos en la cima, podemos decirlo. Está para ser uno de los grandes y no tiene techo. Lo mejor de todo es que ha pasado de ser un desconocido para los fans, a un favorito. Y lo ha hecho cumpliendo los pasos, escalón a escalón, y no de repente por tres partidos buenos. Tres temporadas subiendo números, hasta que el año pasado se jugó con LeBron James, mano a mano, el billete a Las Finales. Lo perdieron por un cuarto, después de haber jugado 27 de igualdad. Por si había dudas de lo que hizo, esta temporada ha liderado a los suyos a un 9-0 de arranque. Sus números fueron y están en la línea de LeBron o Kevin Durant.
6. Reggie Miller. Son 18 años de larga carrera para un francotirador. Nunca un anotador compulsivo, pero sí esa manera de ser que da puntos por su confianza. La leyenda de Indiana, también nació en California, entre hermanas mayores que le ganaban al basket. Cuando le cogieron partió el corazón a muchos, porque en Indiana querían a otro chico de la casa. Pero desde el primer día hasta el último Reggie ha sido el ídolo más grande que el basket pro le ha fabricado a Indiana lejos de Hollywood. Paul George es su heredero, pero con mejores números. Lo malo es que Reggie anduvo casi 20 años quemando redes y paciencias. Paul acaba de empezar y hay muuucho por mantener.
7. La pasta. Los Pacers quieren a este jugador que es All-Star y tiene imán para los fans. Le necesitan para ganar y para volver a ser negocio. Tras meses diciendo que su futuro iba a ser el mismo que el de Kobe Bryant, los dos en Lakers, Bird bajó con la chequera y le entregó la franquicia. Sólo un jugador por equipo puede recibir el título de ‘designado’ y cobrar el 25% del salario total que la NBA decide para cada equipo cada temporada. Lo mejor es que cumple ciertas condiciones deportivas que le van a dar el 30%. Echen cuentas si cada año, la masa salarial se mueve en los 60-65 millones.
8. La fama. El trabajo bien hecho, la planta y la actitud. Ya dijimos que se paseó en el Draft diciendo que él jugaba a esto para ser el mejor y camino lleva. Le vimos hacer mates a oscuras en un All-Star en 2012. Todo para que en 2013 ya fuera al All-Star como jugador del partido de las estrellas. Un año especial este 2013 en el que ha sido elegido el jugador más mejorado y ha sido elegido en uno de los tres mejores quintetos de la Liga. Ojito a su contrato de zapatillas que está a punto de expirar y ahí quién se pega por él… y más tras cómo está el patio con las lesiones y los fallos de fábrica.
9. La chica. No ha pasado ni dos meses de su brutal renovación y ya tiene chica famosa, con tanta o más exposición pública y mediática que él. Se llama Jessica Burciaga. Es playmate y ha participado en vídeos músicales y algún que otro cameo. Su punto fuerte viene de la relación que tuvo hace relativamente poco con Kobe Bryant. En pleno proceso de divorcio dicen que el ídolo de la infancia de Paul se veía con ésta chica. Por cierto, tiene 7 años más que el de Indiana. En febrero de 2009 fue chica del mes. George aún no podía beber alcohol.
10. El cielo. Solo ese parece su límite.